lunes, diciembre 30, 2013

Quincuagesimoquinto Cómputo

Todos aquellos que por riqueza, educación, inteligencia o astucia tienen aptitud para dirigir una comunidad de hombres y la oportunidad de hacerlo -en otras palabras, todos los clanes de la clase dirigente- tienen que inclinarse ante el sufragio universal una vez éste ha sido instituido y, también, si la ocasión lo requiere, defraudarlo. Gaetano Mosca.


Mi democracia, querida, es que te quedes conmigo los días de lluvia para ver películas de Michael Miccino, William Friedkin o Tinto Brass y comernos lo que nos queda de helado y tal vez algo salado para picar. Y si me tomo un par de cervezas es que me exulta tu capacidad de crítica al sistema político. A veces, como día de elecciones, me gusta tomarte y desnudarte para mostrar tus pechos al mundo a ver cuánto idiota se sorbe y se pasa la lengua por los labios pensando en tu desnudez abstracta, y en sus sueños eróticos de soberanía popular. Tengo una particular debilidad de verte debatir las ideas más absurdas de economía, política, sociedad y revolución. Y si me indicas, soñadora, cándida, que con tu voto quieres cambiar el mundo, te dejaré dormir en mi piel, para que el frío te despierte del sueño en que te metieron esos, los del poder. Abrázame ahora. Tu vagina al viento es la única promesa que nos debe importar. Nuestro partido político, nuestro movimiento social es aquí en esta cama. Mi beso en tu vientre es el juramento a la bandera. Tu mano tocándome, la investidura final.

lunes, enero 21, 2013

Quincuagesimocuarto Cómputo

Melancolía es una palaba compuesta. Nace en el corazón y termina en los ojos. Tiene efectos maliciosos en las rodillas y el estómago. Se cuela en verano e invierno, en la altura y el mar, el desierto nortino y la Patagonia. Melancolía es también un deseo. Un placer culpable. Casi sexual, aunque no tanto. Casi nada, en realidad.


Planto mi pie al suelo como el mástil de acero que no se moverá de su sitial.
Como el roble, podrá caer la vida en sus raíces y no se moverá.
Me quedaré en esta tierra porque le pertenezco.
Le pertenezco al árbol, a la garza, a los chiquillos jugando fútbol y los viejos corriendo en bicicleta.
Soy del bar, del cerro, de la plaza, del matadero.
Vi morir al cerdo para comerlo.
El sonido de la muerte es el mismo de la vida. Sólo que es irremediable.

Quien camina por este lugar puede escucharlo en el viento
si no ocupa su atención completa en las faldas de las señoritas.
Es Eolo, dama, no yo, el que pone en entrevero mi concentración, es él el cortesano.

Me quedo aquí porque es mi deseo.
Y por eso me voy.
Para añorarlo.
Para volver cada vez como un hijo pródigo bíblico que vuelve a su padre
para ser agasajado con vestimentas, banquetes y sacrificios.

Abrázame, padre.
Abrázame, tierra. Río.
Vuelvo y volveré constantemente.
Planto firme mi pie en esta tierra.
El polvo de este suelo es mi corazón y orgullo.