martes, octubre 13, 2009

Vigesimoséptimo Cómputo

Canta para mí. No dejes de mover las caderas. Libera los labios. Relaja tus brazos. Gira tu cuerpo. Abre las piernas. Canta para mí.


"Karaoke"

Lucía es el tema principal,
en ella confluyen ciento veinte años de esquizofrenia,
en ella está inscrita la marca
de la familia Echegaray-Urreta;
en su vientre se encuentra el vestigio de la ninfomanía
y la falta de condones.

Helena es la canción triste. Nació en Troya
pero fue criada en un puterío de mala muerte en Madrid,
aunque nunca nadie conoció su origen;
nunca nadie la vio como una puta;
para todos ella era simplemente Helena, la que atiende los jueves.

Valeria es la canción alegre.
Alegre para los hombres admiradores de su locura sexual;
ella lo sabe, por eso corre desnuda por las calles,
dándole forma a la satisfacción infinita
que prodigan sus senos
y sus muslos desnudos.

Ana es la canción inteligible. Ella lee a Joyce,
Faulkner y Woolf
como quien lee el diario en las aburridas mañanas en el metro.
Yo la besaría,
la tocaría,
la violaría,
si de su boca saliese una canción hecha de cuerdas de arpa.

María es la canción virgen.
No necesita mayor explicación.

Belén es la canción ceremoniosa,
lenta, aburrida y aletargante;
como si su pelo estuviera hecho de piedra
y amarrado con flores.
Nada crece en ella si no es el deseo.
Nada cree en ella si no es el deseo.
Nada cierne en ella si no es el deseo.

Virginia es la canción última, en ella confluyen
todos los aneurismas y los cánceres;
en ella confluyen los bares cerrados, los ebrios en las cunetas
y los hijos no reconocidos.
En ella confluyen Lucía, Helena, Valeria,
Ana, María, Belén y Virginia.
En su boca está la entrada a su cama.
En su cuerpo desnudo la imagen del firmamento.
En su vientre el velo que separa la salvación y el infierno.