domingo, diciembre 14, 2008

Decimonoveno Cómputo

No quisiera yo hablar de cosas sin sentido, o tal vez morderme la lengua, sin explicar sinceramente qué es lo que hago en este mundo. Por eso digo, con la más humilde indiferencia, que yo estoy aquí para sembrar en tus ojos, en tu pelo, en tu boca, toda mi piel, toda mi agonía, y transformarla en miel, manjares, belleza. Pero no lo haré... no ha llegado el día que te lo merezcas.


A cuenta de un poema no haré hablar perdigueros,
no, no lo haré.
A cuenta de un poema no será la luna más blanca,
tu voz más suave, la vida
más placentera,
o tendrán los hijos del hombre un lugar
donde habitar la palabra.
A cuenta de un poema no serás más bella,
más lejana o cercana, o quiera
Buda o no,
la hija del demonio infeliz que bajó del cielo
para destruir la tierra.
Pero quisiera yo lograr una sola cosa infinita,
un espejo de agua, un cuento,
nocturno,
taciturno, envalentonado de sexo y malas palabras,
y lanzarlo al aire, a quien le caiga;
no es necesario mirar al cielo para que se derrita en mi cara.
Pero quisiera yo contarte una cosa,
pequeña,
sutil,
sarracena, y es que el infierno no existe,
no,
no creas en ello,
cada vez que me mires o veas
mi cuerpo quemándose
en el tercer círculo del averno no
sientas pena, no llores, no reces
(cosa fatal);
porque permíteme decirte, amor,
amiga,
el infierno no era infierno, no,
se hizo infierno
cuando entraste a mi vida.

sábado, noviembre 15, 2008

Decimoctavo Cómputo

No hay introducción posible para las palabras de una persona que ama. Y todo aquello que recibe por respuesta.


Él piensa. Mientras se come las uñas, y rasga las paredes con desesperación sólo puede ver los ojos de ella seguirlo lentamente, al extremo de parecer estáticos, inertes, como perdiéndose entre plegarias que suben y bajan al cielo a la velocidad de un pestañear. Ella no habla.

Él habla. La toma de la mano, acaricia su piel, recorre con sus labios cada trazo desde su hombro hasta su cuello, siente a plena conciencia que ella tiembla, tiene miedo, frío,
cansancio, está enferma, no lo sabe. Desespera. Sólo trata de inspirarle algo de ternura,
sólo busca romper el hielo, conquistar hasta el último centímetro de su corazón recitando los veintisiete poemas que memorizó para ella. Sólo para ella. Y ella no habla.

Él grita. No sabe qué hacer, llora sin consuelo, rompiendo todo a su paso, tratando de hacerle ver que sólo vive para ella. Que la ama. La ama y eso es lo único que sabe. ¿Qué es lo que ella no entiende? ¿No lo puede ver? ¿Acaso no tiene corazón? ¿Es que su sufrimiento no es importante? Ella no habla.

Él calla. Oye pasos. Mientras dos hombres interceptan la mano que sostiene el revolver, un tercero lo toma por la espalda, lo inmoviliza, y cuando trata de zafar, el extraño, casi sin consideración alguna, le pone una camisa de fuerza y le inyecta un sedante. Y entre los tres hombres se lo llevan a la ambulancia con destino a la perdición, cada vez más lejos de ella.
Él hace un último esfuerzo por ver su rostro. ¿Qué hace?

Ella no habla. En sus labios sólo descansa una lágrima.

jueves, junio 12, 2008

Decimoséptimo Cómputo

La metodología de la palabra es simple; tomas una situación, la dejas que circule libre frente a tu nariz; tomas un sentimiento, lo asocias a la pérdida del todo; tomas la lengua, dejas que se manifieste libre de la influencia maligna del amor; la tomas a ella, la amas hasta que te arranque el corazón sin piedad; juntas todo en una fría tarde de invierno y ¡voilà!... sólo abre los ojos y verás.


"19 pasos de transformación premeditada"

Vivo la revolución en tu cuerpo, pues a través de tu piel yo soy el mago de capa gris
que adormece la palabra y la transforma en sentimiento.
Aliméntate de mí y sigue mis pasos.
1. Muérdete la lengua cada vez que el silencio se apropie de tus pies.
2. Clava una bandera incolora y semipodrida en la altura de tu sien.
3. Recuerda aquello que nunca debiste olvidar.
4. Duerme en la falda de la palabra centenaria y delictiva que te acosa.
5. No lo niegues, yo sé que te acosa.
6. Déjate amar por la pálida existencia de la juventud y la vejez.
7. Muere de revolución y no de olvido.
8. Olvídala.
9. Por más que la ames, olvídala.
10. Si no puedes olvidarla te condenarás a ti mismo al sentimiento de la no-existencia.
11. No existas, la no-existencia es más fuerte y placentera.
11.1. (Las contradicciones son parte de la vida)
12. No mates, a menos que sea en el sueño.
13. No mates, a menos que tu arma sea la lengua y la cicatriz que ésta deje sea la palabra y pueda llamársele vida o poesía.
14. No mates; la muerte, muy a mi pesar y al tuyo es aún más definitiva que la esquizofrenia y la paranoia, o incluso (y esto es un secreto) que el sentimiento llamado amor.
15. Vuela hacia mí, no temas.
16. Yo hallaré el salvoconducto a la inmortalidad y te lo haré saber a punta de espada e indiferencia.
17. No me llames. No me nombres.
18. Olvida mi palabra. Olvida que nací en tus ojos y morí en tu lengua.
19. Tal vez algún día alguien te mire de una forma distinta,
- te saque la lengua,
- se quede pensando
- y te llame, como a mí, de una forma que jamás imaginaste:
- ...poeta.

lunes, mayo 26, 2008

Decimosexto Cómputo

Dos viejos poemas siempre parecen jóvenes cuando son leídos por primera vez, y si quizás nadie los lee, podríamos llamarlos simplemente versos nonatos. Nunca paridos por el ojo, nunca muertos por el viento.


"La irreflexible caída de las hojas"

Reflexiones en el sentido a cinco segundos por metro.
Un llanto.
Tres energúmenos gritando rancheras a las seis de la mañana.
Las botellas vacías bajo la cama.
Caras que nadie ve.
Ruidos que nadie oye.
Sensaciones que caen de tu pelo como sensaciones cayendo de tu pelo.
Hora y media hasta la puerta de tu casa.
Dos álamos, quince boldos y cuatro palmeras en un viaje.
Palabras aún no dichas
ni por la boca del pez ni por la mía.
Silencios.
Fríos del antártico en primavera.
Diez versos recitados con una voz rasposa
Y la irreflexible caída de las hojas.


"Paráfrasis a una canción escuchada un viernes por la tarde"

Te hablaría de todas y cada una de las palabras
y los versos que he abandonado en tu boca,
pero estaría mintiendo,
y me duele la verdad, me duele lo real
y ese sentimiento vagabundo que provocas en mí
y en cada una de mis pestañas
y es que trato de decírtelo
sin palabras, y es que me duele la palabra,
sin miradas, sin los tres abrazos furtivos que nos dimos aquella vez bajo la lluvia,
¿te acuerdas?, mientras me besabas y yo sin poder emitir sonido
por estar atrapado entre tu boca
y sí, fue esa noche, esas gotas se robaron mi lengua,
lo sabes, mis palabras de ahora no te hablan,
son sólo adornos en mi boca para que en verdad me creas que te amo,
mi amor te lo dicen mis miradas,
aguanta la respiración, sostén mis ojos y bésalos,
bésame la palabra,
y si muero sabré que me amas.

miércoles, mayo 07, 2008

Decimoquinto Cómputo

Para Javiera...


Si vas a llorar no quiero verte,

preferiría verte el cuerpo roto,
preferiría el mundo antes del mundo si no te viese sonreír.
Hazme ese favor, mátame el sueño,
aniquílame la vida con una sola sonrisa. Que sea todo negro.
Que cuando tú vivas yo muera.
Así, de cruel placer,

si yo muero en paz
dale tres vueltas a la vida,
déjame empaparte en silencios, en oscuros
pensamientos de felicidad eterna,
para que nunca mueras,
para que te hagas eterna en mí.
Para seguir abrazándonos. Quizás por siempre.
Tal vez nunca.
Y si despiertas, por favor te lo pido,
no toques mis labios, que me acosa el silencio,
no abras mis ojos,
acarícialos,
muérdelos,
simplemente llénalos de indiferencia;
que yo de ojos cerrados pondré la más sutil de las sonrisas
en tus labios.
Para que seas mía. Para que sea tuyo.
Este pequeño cuento. Esta caricia.
Y el corazón moribundo, la palabra perdida, la copa cayendo,
y quizás, soledad mediante,
la eternidad fundiéndose en un último beso.

jueves, abril 10, 2008

Decimocuarto Cómputo

A veces la revolución también nace de una copa de vino...


Protéstales el pie, venganza atroz de la existencia humana,
lánzales el cuerpo,
tu actitud de dios patriota no los intimida,
pequeño joven combatiente.
Déjame tus revoluciones a precio de moco,
yo las sembraré con fuerza de espada, con el fulgor y veneno de mi lengua, no piedra,
de fuerza paciente y sincera.
Tú dices revolución, yo digo masacre, dolor, resignación, muerte.
Tú dices igualdad, demuéstrame qué sabes tú de ella;
dime si crees conocerla.
Dime si dormiste alguna vez en su cama como durmieron tantos antes.
Dime si en verdad existió o murió como la existencia o la vida.
Tú dices libertad. Tú comes, vomitas y cagas libertad.
Mi libertad se llama cogollo,
se llama poema, se llama Macondo,
se llama cuerpo de mujer, palabra al desnudo.
No vengas a decirme a mí lo que necesito
que yo para morir, renacer y encarnar sólo necesito la palabra enmohecida del mundo,
la fuerza indómita de la lengua.
Hablas de la octava enmienda
de la revolución frentista de las provincias comunales
del norte de un lejano país
situado en la nada.
¿Y qué hicieron con la poesía, dónde la dejaron,
la mataron acaso, la sepultaron, fue exiliada del hombre.?
Joven combatiente, yo soy revolucionario a mi modo;
tú mueres por una utopía que no conoces
y que el mundo te negará por delincuencia propia;
a ti te llaman joven delincuente,
a mí simplemente me dicen poeta;
tú mueres de libertad,
deja que muera yo de poesía.

lunes, febrero 04, 2008

Decimotercer Cómputo

Era dios o buda, era el hombre, y habló su único profeta: Tú sabes que sería falso, tú sabes que sería un mentiroso, si yo fuera decirte, nena, no podríamos llegar más alto; vamos nena, enciende mi fuego, vamos nena, enciende mi fuego, trata de prenderle fuego a la noche... Y luego fue el silencio, la risa de dios o buda, la muerte de Jim Morrison, el profeta. Y dios o buda dijo: Come on baby, light my fire.


"Enciende mi fuego"

Enciéndeme el fuego, el aire, la tierra,
el hospital, la madre, el padre,
los hermanos, los abuelos, los demás parientes,
la concepción, el casi-aborto, los siete meses y medio,
la cesárea, el parto, la transfución de sangre, la vida,
las operaciones, el primer llanto, la primera sonrisa,
el primer abrazo, el cuerpo acostado,
los primeros pasos, la primera palabra, el primer vómito,
las enfermedades, los besos en la mejilla,
los abrazos, los golpes de puño, los goles del destino, la sien maltrecha,
los pensamientos,
los sentimientos, los juegos, la diversión, el otro llanto,
el crecimiento, el colegio, los compañeros,
los amigos, los profesores,
la pubertad, el silencio, el odio, las reflexiones sobre el suicidio,
el primer amor, el primer beso, el primer sexo,
(así, en orden de pálida importancia),
el segundo beso, el segundo sexo,
el tercer sexo,
el cuarto sexo,
el quinto,
el etcétera que simplifica veinte y casi un años de existencia,
los años, los cumpleaños,
la graduación, las pruebas,
materiales, deportivas y de vida,
los rechazos, los rechazos, los rechazos,
los rechazos y el dolor, los rechazos y la vergüenza,
los rechazos y el odio, los rechazos y la amargura de vivir,
los rechazos simplemente, la universidad,
los otros amigos, los otros compañeros, los otros profesores,
la misma vida, el mismo puerco silencio,
todo el llanto,
y luego dame las cenizas, con ellas mátame el cuerpo
y la existencia,
que me ahogue en ellas,
y lánzame al mar y al viento,
a la luz
y rézame en los setenta idiomas del hombre,
a los infinitos dioses del mundo,
que quiero darle una última mirada a la vida, y el primer beso a la muerte.