"Cuerdas y metal"
En el bar ves mis labios besar a una prostituta triste.
Ves mi cuerpo echarse para atrás esperando recibir en el pecho
la humanidad de una mujer madura.
Escuchas el unísono de cómo suben y bajan la cremallera de su vestido y mi pantalón.
No es masturbación, pero tiene un olor similar.
Olor de motel de pueblo del sur.
En el bar escuchas la música, sientes cada rasguño hecho a las cuerdas de la guitarra.
Y aunque no puedes verlo,
sientes cómo cada vez que una uña saca una nota endiablada
otro diablo usa su uña para rasgar la piel de un ángel con senos y lápiz labial.
Y en el sonido que recibes se mezclan las notas y los gemidos celestes.
En el bar ves el cuerpo de una morena sudar
con cada soplido del trompetista a su instrumento.
Ves sus ojos blancos delatando la sexualidad del viento.
Ves al trompetista sudar cada centímetro de piel canela en cuerpo de mujer.
Se mezclan las hormonas, las notas, las feromonas.
Y cuando la música empieza a derretirte el cerebro,
sabes que esa mujer está en un trance orgásmico del que no puede salir.
Y caes en una indesmentible masturbación mental.
En el bar escuchas las cuerdas y metales gemir al ritmo de un prostíbulo.
Y hay confusión.
La piel de una mujer se asemeja a una botella que, borracho y sediento, quieres besar y tocar.
La música se mezcla con tus pensamientos.
Tratas de hablar, de moverte, de eyacular.
Y la música sólo continúa para aumentar tu deseo sexual.