martes, diciembre 11, 2007

Decimosegundo Cómputo

El ritual de la muerte es un evento de nunca acabar. El ritual es el único que sobrevive el paso del tiempo y los milenios, acribillando con ligeras inmortalidades el seno de la vida, mientras se camina por el valle superior, se puede encontrar el delgado hilo de la muerte, y si se rompe, ¡ay!, cómo temblará la mano si se encuentra la flácida palabra, la fría descripción del infierno.


"Polillas del mal"

Son como pequeñas palomas al alcance de la mano sangrienta del hombre.
Palomas suicidas.
Palomas de la muerte.
Discriminadas por sus parientes de color. Ellas dicen.
El color no significa piedad.
El color no significa superioridad intelectual.
El tiempo de salida no implica alguna clase de psicopatía morbosa
o tendencia al insecticidio global.
No. Ellas caen en el juego.
No hay miedo al hombre.
No hay miedo a la mano-guillotina que las busca sin cesar.
No hay miedo a la soledad.
No hay miedo a la luz que nace de la oscuridad.
No hay miedo a la muerte.
No hay miedo.
No hay.
Tan sólo el delgado sabor de la danza, cuando ves la luz,
y ya no puedes escapar.
La luz del mal.
La luz que sin piedad te llevará por el camino incorregible de la muerte.
Cuántas veces tendrás que morir para entender que no hay escapatoria.
La muerte está ahí, con todas las curvas posibles de la sensualidad;
espera. Te atrae.
Con cada brillo que atraviesa tus mil ojos
te va extinguiendo la vida.
Te va succionando los recuerdos. Y tú sólo atinas a bailar.
Estúpida y simple paloma.
Paloma del mal.
La oscuridad de tu muerte será el delirio de tu raza.
Muere paloma,
incinera tu ya cremada dignidad,
paloma muere.
Y sigue bailando la melodía que subyace en el suicidio de las polillas y el mal.

miércoles, octubre 24, 2007

Decimoprimer Cómputo

Todas las voces de la muerte; un solo mensaje. Pom-Bum-Clap-Snap-Toc-Bleep-Rock, los sonidos se van haciendo latentes al compás de las insignificantes vidas de quienes no saben lo que realmente significa la vida. Y si laten los corazones, y si late el corazón de la muerte, ¿cuál será el sonido?, ¿cuáles serán las palabras, los gemidos?. Cuál será mi nombre una vez que la muerte haya llegado para ponerme el alma de rodillas y dejar caer la guillotina y su sórdida sentencia.


"Rien, l'amour et le silence"

Hoy no me toca muerte, padre, no me toca muerte,
eso de creer, eso de esperar, eso de soñar,
no es para mí, yo sólo veo la nada,
la siento,
puedo tocarla,
puedo gatillar mi dedo índice entre sus curvas y besarla,
decirle al oído nada,
yo sé que no me responderá nada;
camina tranquilo hacia la nada, ¿ves?, no hay nada;

hoy no me toca muerte, hermano, no me toca muerte,
sí canciones, sí diluvios, sí conversaciones
que expanden mis sentidos hacia una vida por la que estoy dispuesto a morir,
sabiamente, como diría el abuelo,
pulcramente, como diría el vecino,
artificialmente, como diría el hombre aquel que protesta
lanzando su vida a las calles
donde llueven las piedras y las balas;

hoy no me toca muerte, silencio, no me toca muerte,
no me toca,
no me toca, sí me toca,
no me toca,
me toca vida, me tocan los puercos,
me tocan los días de melancolía eterna,
esos días, esos días me tocan,
como las huestes
y los carnavales bipolares que desfilan por mis sueños,
esos sí me tocan,
no me tocan, no me tocan,
pero me toca vivir,
realmente me toca,
siempre llego antes, loca manía mía;

hoy no me toca muerte, poeta, no me toca,
hoy no necesito tus versos,
no necesito comprarme tus libros y creerme un intelectual con cerebro,
sé que no tengo cerebro,
sé que esto es un sueño,
sé que despertaré algún día,
convertido en mazapán o una vasija de arcilla,
tal vez en libélula,
pero no me creo el cuento, no creo tener tanta suerte,
hoy no me tocan más que palabras que salen de mi boca en dirección a sus besos;

hoy no me toca muerte, mis dioses, no me toca muerte,
por eso les rezo,
a ti, ebrio dormido en las plazas centrales de mi país los domingos por la mañana,
a ti, enfermo terminal que sólo vives para recordar aquello que no viviste,
a ti, fantasma,
a ti, actor aficionado a leer ensayos de psicosociología,
a ti, cuadrúpedo mental que no evolucionas porque tienes algo llamado razón,
a ti, último de mis amores, razón de la nada,
razón de la muerte,
razón del olvido,
te pudriste en tu cabellera maldita y no dejaste escapar la luz,
te comiste mis disculpas, vomitaste mi odio,
ahora quiero verte arrodillada frente a mí
diciéndome que hoy te tocará la muerte, si yo no lo permito,
si yo todavía te amo,
incrédula,
te amo,
hoy te toca muerte.

jueves, julio 12, 2007

Décimo Cómputo

Sentir que el hogar se acerca a cada paso que te alejas de él es signo cierto de tu propia necesidad de sentir que no es imprescindible estar en tu tierra para mantenerte con vida. Sólo unos pocos saben que esto es una mentira descarada; ahí estarán siempre los amigos, estará siempre tu casa, estará siempre la casa de tus abuelos, estará ese parque donde siempre jugabas cuando no tenías más de dos años, estará ese edificio horrible que evitabas siempre al irte a tu casa, estará todo, todo lo que siempre ha estado y siempre estará. Nunca creí en tan sencillas palabras pero ahora las atesoro como si fueran mías. No hay lugar como el hogar.


En Maseru encontré la casa de mis abuelos,
aquella que nunca habitaron, aquella que nunca
compraron, aquella que nunca vieron, pero que les pertenecía
por designio divino.
Créeme que lo sé. En Bloemfontein encontré unas no-flores
que no-olían a no-primavera,
sino que al vómito tentativo de la indiferencia.
No vi tus pechos ni tus ojos en Copenhague.
Nunca vi las turbas enardecidas de Oslo. No pisé el pasto seco de Alejandría.
Pero en Porto Alegre bailé los veinte discos de piedra
que hallé enterrados en la playa.
Pero en Helsinki habité en un trineo, fueron los botes de basura mi merienda
y mi baño fue el patio de un poeta desnutrido al que le robé el silencio.
Morí en el segundo mismo que pisé Shangai
con los pies descalzos.
Me acosté cinco noches en el hotel más barato de Marrakech.
En Santiago de Cuba encontré los restos de diecisiete hígados muertos
por inanición crónica.
En Estambul le dije que la amaba. Desde Granada le mandé tres cartas
para informar mi propia desaparición y muerte.
Nunca volví al Maule porque el Maule se fue muriendo lentamente.
Le quitaron la magia, me decían, le quitaron la vida, le quitaron el vino.
Nunca pude morir en mi tierra. Ni tomar una última copa.
Sólo la veía en su descanso eterno desde el balcón de una casa en Génova

mientras veía pasar golondrinas que quizá algún verano también conocieron mi tierra.
Y de fondo la triste musiquilla esa lamiéndome el alma. La triste musiquilla esa.

martes, junio 05, 2007

Noveno Cómputo

¿Tan raro parecería afirmar que los días me parecen cada vez más extraños?. Sé que al mirarme en el espejo veré cosas que no están ahí, que nunca han estado, pero que se desploman sobre mí como el granizo. Ningún paraguas podrá ayudarme esta vez. Desde hoy, cada vez que vea mi propia imagen no seré yo el que vea, sino los elementos más retorcidos que me componen. Puedo decirlo. Soy un hombre. Aunque también existen las cebollas.


"Los días del hombre cebolla"

¿Hombre cebolla?

Y la tarde entera buscando caracoles en mi puerta

pero sé que no hay caracoles.

Sólo se escucha caer la lluvia en mi ventana.
La lluvia aquella
donde caía la piel de las bananas,

donde caían los unicornios, los faunos y todas las hadas de los cuentos,

y por un suspiro la psicodelia me inundaba el cerebro y la garganta.


¿Hombre cebolla?

El hombre cebolla mira por la ventana y sólo escucha una lluvia que golpea y no está ahí.
No es lluvia.
Hay una voz que dice que no es lluvia.
Pero cae en mi espalda y se recuesta en ella.

Y continúa.
No es lluvia, es el canto de la luna al sentirse sola en compañía de las estrellas

y es que los viernes y los miércoles de cada semana

son malos días para darle un abrazo al cielo y esperar que no te caiga un rayo.

La luna carga un carcaj lleno de nadas para cazarlo todo,

y las estrellas, y la nada que nunca vuelve,
y la luna cazándolo todo sin tener nada. Sólo la palabra.

Tú que crees tener la palabra pero ni siquiera tienes nombre;
dime
la fecha y te seguiré odiando quizás por siempre;

dime
cuánto tiempo ha pasado ya.

Antes de dormir y que las luces se apagaran,
antes de nacer en tu vientre,

antes de explotar dulcemente en el baile sangriento de tus palpitaciones,

todavía creía, soñaba inocente hombre cebolla,
haber vivido cinco años, trescientas noches y tres vidas de cigarra.

miércoles, febrero 28, 2007

Octavo Cómputo

Disfrutar de la vida es un placer de pocos. Encontrarle un sentido una búsqueda imposible. Por eso lo único que en verdad queda es simplemente vivir y aprovechar cada segundo que se nos regala. Es que la vida es el único regalo que se da y se quita...

Carpe diem...


Los martes por la tarde siempre hay un libro en la ventana izquierda del cuarto.
Y sentado en una mecedora yace un hombre de ojos de vidrio.
Lleva ya cincuenta años en que cada martes lee diez líneas del libro,
ni más ni menos, tal como le enseñó su padre.
Es que su única familia es ese libro viejo escondido en la ventana.
Nunca hubo hermanos, sobrinos, hijos o nietos.
Sus padres murieron hace ya quince años.
Pero él cada martes por la tarde vuelve a leer religiosamente diez líneas
y a dejar el libro en la ventana izquierda del cuarto.
Así será hasta que el libro acabe.
Él lo sabe.
Un día nadie volverá a leer sus páginas
para que a poco a poco se haga polvo entre las sombras.
Y es que su vida es una carrera entre el libro y la muerte.
Él no lo dice, pero espera poder leer sus últimas palabras.
Y que después venga la muerte.
Total, después nada importará. Sus huesos se irán pudriendo como aquella vieja promesa echa a su padre.

martes, enero 30, 2007

Séptimo Cómputo

Hay pequeñas conversaciones que hacen de este mundo un lugar mejor y si sólo nos diéramos un minuto para hablar de la cuestión más insignificante todo sería más bello. Incluso nosotros mismos seríamos mejores personas, pero es tan sólo un decir... aunque a veces me gustaría tener una pequeña conversación contigo.


"Posibles tragedias"

¿Acaso no ves la luz que nos está quemando?

Te digo que mañana habrá un incendio y morirá calcinado
un hombre, su esposa y sus trescientos hijos.

¿Y tú almorzando?

Podría caerse en quince noches la luna en las alcantarillas
del pueblo más lejano del horizonte, aplastando el ganado arácnido
y las cien rodillas de un ciempiés.

¿Y tú cortándote las uñas?

Tal vez el jueves nos inunden veinte plagas de insectos come-ojos
y habita-cerebros y el exterminador de vacaciones.

¿Y tú volando a París en primavera?

Quizás se nos caiga el cielo encima y los rayos golpeen nuestras manos
mientras éstas se afierran a las nubes, los pájaros y las abejas.

¿Y tú tomándote una cerveza?

Y si un día, no sé, no me interesa, se acaba el mundo
y todavía nadie nos aclara si en verdad existe el paraíso en el cielo.

¿Acaso tendremos que inventar una salvación de última hora?

Y tú riendo.
En verdad esto es el colmo.
Y qué más se puede hacer.
Si el mundo en sí ya es una tragedia...

¿Todavía no ves la luz que nos está quemando?