sábado, junio 12, 2021

Quincuagesimonoveno Cómputo

La contradicción del que intenta escribir poemas es que en los momentos de mayor pasión, de mayor embelesamiento, de amor puro y sincero, las palabras quedan vacías y huecas y ya no hay qué escribir. Me pedías un poema y mi corazón, no mis manos, hacían poesía. Me pedías un poema y mi piel, no mi boca, recitaba poesía. Pero hoy por fin encontré las palabras perfectas, la sinceridad en las manos, y un regalo para ti, amor de mi vida.


Para Jimena

Hay pequeños días en la ciudad, 
minúsculos, 
efímeros, 
en que caminar junto a ti 
es el momento cúlmine de la vida. 
Y digo que son pequeños, pero son enormes. 
Porque cada segundo es una vida. 
Y cada vida es también un encuentro fortuito entre dos desconocidos 
que se aman y lo saben 
al instante mismo de mirarse a los ojos. 
Yo soy ese desconocido. 
Tú eres mi desconocida. 
¿Y si caminamos una vez más, en un instante minúsculo, pero eterno, 
tomados de la mano como hace casi cinco años? 
Podemos pasar infinitas vidas intentando buscar la posición perfecta 
para que mis dedos te den el calor 
que tu palma necesita. 

Hay pequeños días en la ciudad, 
minúsculos, 
efímeros, 
en que caminar junto a ti 
me hace entender la vida. 
Y digo que son pequeños, pero son gigantes. 
Porque cada minuto es una canción nueva de soul o de reggeaton 
para cantar en nuestra casa mientras teletrabajamos. 
Y cada canción somos nosotros, aventurándonos como desconocidos 
en una épica griega. 
Tú eres esa desconocida. 
Yo soy tu desconocido. 
¿Y si caminamos una vez más, en un instante efímero, pero atemporal, 
acurrucados hasta no poder respirar por el pelo que nos cubre la cara? 
Podemos pasar infinitas vidas intentando decirnos te amo 
a tal punto de perfección que ya no es ni siquiera 
sea necesario mover los labios.

miércoles, abril 07, 2021

Quincuagesimoctavo Cómputo

A Heriberto Miguel Tapia Martínez


Te quiero mucho, Pelado. 
Te lo decía siempre y tú, siempre sonriente, 
me decías Yo también. 

Y luego nos abrazábamos, risas, y una cerveza, 
piscola o jote. 
O una paila de huevos. 
O un ceviche hecho por ti. 
Un asadito y reírse de las cosas que pasaron 
y las que podrían pasar. 
De mi viejo, tus hermanos, 
la familia, los amigos 
y las mujeres. 

Porque toda tu historia parecía una improvisación planificada. 
Toda la alegría de tu sencillez ocultaba las penas y sufrimiento pasado. 
Porque la experiencia parecía ser en tu vida 
un juego iluminado por tu sonrisa 
y la contradicción. 

Como dicen siempre ante el episodio de la muerte, 
no tengo recuerdo malo de ti. 
Porque hasta en la ira y la pena había que seguir sonriendo y vivir. 
Gracias, Pelado. 
Gracias por las risas y sonrisas. 
Gracias por encontrar siempre la forma de estar junto a mí. 
Te quiero mucho. 
Te extraño tanto. 
Gracias por ser por sobre todas las cosas y hasta el último día 
mi Tío Miguel.