martes, junio 05, 2007

Noveno Cómputo

¿Tan raro parecería afirmar que los días me parecen cada vez más extraños?. Sé que al mirarme en el espejo veré cosas que no están ahí, que nunca han estado, pero que se desploman sobre mí como el granizo. Ningún paraguas podrá ayudarme esta vez. Desde hoy, cada vez que vea mi propia imagen no seré yo el que vea, sino los elementos más retorcidos que me componen. Puedo decirlo. Soy un hombre. Aunque también existen las cebollas.


"Los días del hombre cebolla"

¿Hombre cebolla?

Y la tarde entera buscando caracoles en mi puerta

pero sé que no hay caracoles.

Sólo se escucha caer la lluvia en mi ventana.
La lluvia aquella
donde caía la piel de las bananas,

donde caían los unicornios, los faunos y todas las hadas de los cuentos,

y por un suspiro la psicodelia me inundaba el cerebro y la garganta.


¿Hombre cebolla?

El hombre cebolla mira por la ventana y sólo escucha una lluvia que golpea y no está ahí.
No es lluvia.
Hay una voz que dice que no es lluvia.
Pero cae en mi espalda y se recuesta en ella.

Y continúa.
No es lluvia, es el canto de la luna al sentirse sola en compañía de las estrellas

y es que los viernes y los miércoles de cada semana

son malos días para darle un abrazo al cielo y esperar que no te caiga un rayo.

La luna carga un carcaj lleno de nadas para cazarlo todo,

y las estrellas, y la nada que nunca vuelve,
y la luna cazándolo todo sin tener nada. Sólo la palabra.

Tú que crees tener la palabra pero ni siquiera tienes nombre;
dime
la fecha y te seguiré odiando quizás por siempre;

dime
cuánto tiempo ha pasado ya.

Antes de dormir y que las luces se apagaran,
antes de nacer en tu vientre,

antes de explotar dulcemente en el baile sangriento de tus palpitaciones,

todavía creía, soñaba inocente hombre cebolla,
haber vivido cinco años, trescientas noches y tres vidas de cigarra.