“Sí man i yulma nin enquantuva?”
Para abrazar la botella no necesito un bolero triste, sangrante.
El bolero lo escribo yo en cada beso.
Convierto el poema en música y a través de ella
el bar se transforma en burdel
y la cerveza en mi coja, maltratada y teñida prostituta.
No puedo dejarla.
Vuelve a mí y me dice bebe.
Me dice que el futuro ya se fue, que hay que beber por el pasado.
Que hay que beber por el futuro.
Y llega la rubia (teñida) trayendo dos morenas.
Las siento en mis manos. Les explico que soy joven en esto;
7 u 8 años.
A lo más 10.
Que lo descubrí en la juventud y el placer fue determinante.
Que los años de Universidad me abrieron la mente
a disfrutarlas en tríos e infinitas orgías,
que sin embargo me dejaron maltrecho y cansado.
Les digo que no teman, que siempre estaré ahí, hasta el último sorbo.
Perdón,
aliento.
El bolero es en verdad más amargo que la cerveza y el vómito.
Y el vino cabernet de siempre.
Con ese moriré acostado, desnudo.
¿De qué me podría siquiera servir la vida sin servirme una copa?
Mujer, déjame aquí.
Aquí nací como persona, junto a esta botella.
En ella me imaginé tus besos y tu sexo.
Si fuiste mía fue por ella. Dale las gracias.
Salud, mi negra.
¿Quién me llenará de nuevo la copa?