domingo, diciembre 26, 2010

Trigesimoséptimo Cómputo

No. Mueve el brazo hacia la izquierda. Píntate las uñas negras. Tuerce el labio. Así, justo así. Ponte este vestido, pero no de esa forma. Ésa es la correcta. Bien. Péinate hacia la derecha. Endereza la columna, aprieta tus nalgas. No cierres los ojos. Esa es la forma de caminar, esa. Bien. Me gusta. Me encanta. Te pareces a ella.


"Busco tu cuerpo y no te busco"

Buscaré una mujer que me recuerde a ti y me haga olvidarte.
Quiero morder sus labios y sentir cómo si estuviera mordiendo los tuyos sin tocarlos.
Quiero acariciar su pelo, tu pelo, el pelo que se parece al tuyo, pero no es tuyo.
Me gustaría sentirte mía en el cuerpo de otra.
Caer en el error de tocarla y no tocarte;
que ella me hable con tu voz, pero sin tus palabras;
que ella sea única siendo una exacta imitación tuya.

Quiero perderme en su cuerpo como me perdía por las noches en el tuyo.
Y sentir que te hago el amor, cuando mi penetración no está en tu entrepierna.

No espero que tú busques lo mismo, aunque lo hagas.
Más bien creo que buscarás a mi contrario absoluto.
Te dolería ver mi cuerpo nuevamente sobre el tuyo.
No soportarías mis labios pintando sexualidad sobre tus labios.
No te gustaría sentir que me necesitas, y que no puedes tenerme nuevamente.

A mí poco me importa.
No me duele.
Me divierte.
Y si te hago sufrir en el cuerpo de otra, por favor, no esperes que me sienta culpable.
No sueñes que te pida una disculpa.

jueves, diciembre 23, 2010

Trigesimosexto Cómputo

En un cuarto con luz en crepúsculo hay dos hombres sentados frente a frente. Uno de ellos usa una gabardina negra larga y un sombrero de ala negro, está pulcramente afeitado; su nombre es X. El otro hombre usa ropa vieja y gastada, luce una barba de muchos días; su nombre es Y. En la mesa sólo hay un cenicero.


"El inmortal"

X - ¿Sabes por qué estás acá?

(X toma un cigarro y lo prende con un fósforo. Fuma.)

Y - Lo sé.

X - Sabes que no podemos permitirlo, ¿lo sabes, no?

Y - Lo sé.

X - Dime una cosa, cuando quisiste hacerlo...

Y - (Interrumpiendo) No quise hacerlo. Debía.

X - Bueno, pero cuando hiciste lo que hiciste, ¿qué pensaste?

(X apaga el cigarro en el cenicero.)

Y - Creí que podría terminarlo.

X - (Enojado) No seas idiota. No podías terminarlo haciendo eso. Creo que hay otra motivación en ese acto.

Y - ¿Qué motivación?

X - Simple, amigo mío. Creo que intentabas provocarlos. A los otros. Motivarlos a hacer lo mismo.

Y - No soy tu amigo.

X - Tienes razón, me disculpo por eso. Pero, ¿es correcta mi teoría?

(X enciende otro cigarro. Fuma.)

Y - No.

X - ¿Entiendes que si no cooperas pueden darte cadena perpetua?

Y - Lo entiendo.

X - Entonces dímelo, ¿por qué lo hiciste? ¿por qué a plena luz del día, con tantas personas capaces de reconocerte mirando?

Y - Experimento social.

X - Explícate.

Y - Quería ver la reacción de la gente. Quería ver la reacción de los paramédicos. Quería ver la reacción del maldito gobierno y del imbécil presidente. Quería ver tu reacción.

X -¿Es eso cierto? ¿Somos tu pequeño juguete? Idiota. Te secarás en la cárcel por hacerlo. Literalmente.

Y - Lo sé. Fue lo primero que pensé. Y a pesar de reflexionarlo mucho tiempo siempre llegué a la misma conclusión; debía hacerlo.

(X apaga el cigarro en el cenicero)

X - Pues debiste pensarlo unos cuantos años. ¿Estás listo?

Y - Estoy listo.

X - Llévenselo.

(Dos hombres uniformados entran y se llevan a Y.)

Fin.

viernes, diciembre 17, 2010

Trigesimoquinto Cómputo

Cada vez que entro en ti es una revolución. Cada vez que mis ejércitos zapatistas entran en tu Chiapas desnudo es mi sexta declaración de la selva lacandona. Cada vez que me roza tu cuerpo siento la fuerza de un Sendero Luminoso. Por eso no puedo escapar de tu selva mozambiqueña sin un Frelimo. Por eso quiero invadir tus labios a fuerza de Vietcong. Por ti seré un Che, un Fanon, un Torres buscando liberarte de tu prisión.


No es poesía lo que estamos haciendo, es ruido de sables.
Somos la revolución compañeros.
Cambiaremos la J por una H profunda, pero igualmente muda.
Patearemos con nuestros pies enzapatados los testículos del burgués moral.
Oiremos crujir el cerebro del millonario
y nos reiremos a carcajadas.
Somos la fuerza revolucionaria de la nada misma.
Y dígame usted (si se atreve) ¿Qué, en este mundo, puede ser más revolucionario que la nada?
Por eso tome a esa mujer lasciva;
por eso quítele la ropa;
por eso viólela.
Por eso no le diga palabras de amor que en verdad no siente.
La revolución se llamará sinceridad.
Diga: yo expelí esa flatulencia.
Diga: yo me comí la última lata de atún.
Diga: yo robé el ron que tenías guardado.
Diga sin miramientos y sin piedad: No te amo, de ti quiero sexo y nada más.

Somos la revolución compañeros, somos la verdad.
¡Revolucionarios del mundo, escuchad, sed libres!