viernes, mayo 29, 2009

Vigesimocuarto Cómputo

Hay tanta, tanta alegría. Y Carlos no lo sabía. Hay tantas y tan grandiosas oportunidades. Y Carlos no lo entendía. Hay tantas formas de amar. Y Carlos ni siquiera escuchaba. Hay tantas personas para amar. Y Carlos cerraba la puerta tras de sí.


"Santiago"

La ciudad tiene esos momentos, yo río
y sólo me dejo llevar por la brisa que besa mis ojos,
levanto el rostro, enciendo
el pito que guardan mis dedos, y me sumerjo
en una eterna sensación de vida.
Caerán ranas, las cloacas gritarán un poema envejecido de Baudelaire,
los transeúntes dejarán su huella
esparcida en el asfalto, y el ruido
no morirá en mis oídos.
Pasarán una tras otra mujeres que olvidando penas y sinsabores,
le regalarán una sonrisa a la noche,
a la luna,
bella,
hermosa luna,
aunque no sé, tal vez peco de ingenuidad
y esas sonrisas tienen dueño.
Volarán pieles frente a mis ojos, me besará el rocío,
tendrán mis manos y dedos
un rincón de piel donde guarnecerse
mientras mi boca se aplasta contra otra boca que apenas alcanza a decir te quiero.
Volveré a mi cama,
cuando mis ojos ya estén rojos y yo ya ni siquiera sepa
si es por el pito, el llanto
o el sueño, y poco me importará,
y es que ella no estará ahí
para darme una respuesta. Tampoco a la soledad.
Disculpadme.
Es que llueve, y yo me estoy poniendo melancólico.

domingo, mayo 03, 2009

Vigesimotercer Cómputo

Las luces bajan. Hay una rubia impresionante junto a la ventana. Habla con tres tipos a la vez. En realidad sólo los escucha y mueve su cabeza como si estuviera prestándoles atención. La miro cerca de dos minutos esperando que ella me regale una mirada. Ella me mira y sonríe. Los tres tipos se retiran derrotados y se dirigen hacia un grupo de tres señoritas que bailan una cumbia como si en eso se les fuera la vida. Ella se para y se dirige hacia mí. Pienso, esta es mi oportunidad. Se sienta a mi lado. Me habla de cosas banales y yo apenas logro sostener la mirada. Lleva su mano sigilosamente tras mi espalda. Me doy cuenta y la miro con sorpresa. Ella, vencida, finalmente me dice: disculpa, estás sentado sobre mi chaqueta.