domingo, diciembre 26, 2010
Trigesimoséptimo Cómputo
jueves, diciembre 23, 2010
Trigesimosexto Cómputo
viernes, diciembre 17, 2010
Trigesimoquinto Cómputo
lunes, noviembre 29, 2010
Trigesimocuarto Cómputo
jueves, noviembre 25, 2010
Trigesimotercer Cómputo
“El Bajo” es como comúnmente se conoce al prostíbulo más tradicional de Curicó. Es una casa vieja, patronal, que cada ciertos años irrumpe nuevamente en la ciudad con una pintura nueva. Es como el maquillaje; con los años pasa a ser algo más que un elemento decorativo, pasa a ser parte de su propia esencia, de su propia identidad. Recuerdo haber caminado alguna vez fuera de su puerta, o pasar por la calle en automóvil. Recuerdo haber visto a las personas observando la casa vieja como tratando de ignorarla, tal vez queriendo que el olvido la hiciese desaparecer, y con ella la vergüenza. Recuerdo las historias contadas, y recuerdo como mi imaginación logró hacer cautivante al lugar. Lugar, imaginaba yo, de mujeres comunes y corrientes, pero poderosas, de ropas brillantes y de ojos con tanta experiencia como la de sus entrepiernas. Recuerdo haber pensado en ese lugar como un escondite donde los hombres lloran sus penas en la falda de una mujer que es a la vez madre y amante. Recuerdo haber imaginado las fiestas, las canciones (boleros cebolleros eran), las luces y los hombres ebrios juntando monedas para comprar el cariño, los besos y las caricias. Puedo creer que soy un hijo de ese lugar, porque ahí está mi pueblo, ahí estuvieron tíos, abuelos y amigos simplemente cantando y bebiendo con la conversación de una mujer de labios ensangrentados de sensualidad. No sé si el lugar sigue ahí, o si la tierra derrumbó el edificio. Sólo quería contar esta historia, por el simple miedo de llegar a perderla.
domingo, octubre 10, 2010
Trigesimosegundo Cómputo
sábado, septiembre 04, 2010
Trigesimoprimer Cómputo
Sentado en mi pequeño sillón de juguete.
Cabizbajo.
Nada se apiada de mí.
Soy un asesino, maté a dios en mi cocina.
Lo negué.
Fui enjuiciado.
Me declararon libre de pensamiento, palabra,
obra y omisión.
Escupí su nombre y ellos me aplaudieron.
Saludé su muerte y me entregaron una condecoración.
Oriné en su tumba y crearon una canción en mi honor.
Entonces entendí que era inocente, y lo grité.
Y fui odiado,
maldecido, mi nombre se convirtió en sinónimo de vergüenza.
Me ataron, me arrastraron, me torturaron.
Me enseñaron la palabra amor y de ella no pude escapar.
Y entonces fue ella, no era su ropa, no era su sonrisa,
no era su pelo ni su caminar ni su ojos.
Era el movimiento de sus pechos al saltar,
era la suavidad de su entrepierna cuando se abría frente a mí.
Era ese grito frenético cuando el sexo dejaba de ser sexo
y se convertía en violencia.
En rasguños en mi espalda.
En floreros rotos.
En alfombras manchadas.
En gritos al atardecer.
Ella se bebió mi sangre y la escupió en mi cara.
Ella manchó mi pequeño sillón de juguete.
Me tildó de asesino. Que maté su deseo sexual,
que maté su confianza en el amor.
Pero ella sólo era una prostituta más. Me entregó su cuerpo
y yo hice con él mil obscenidades.
Por eso la amo, por puta, por no tener sentimientos.
Es cosa de sinceridad.
Cosa de sentido común.
Yo no soy su príncipe azul.
Ella es sólo una vagina y un par de tetas para mí.
sábado, julio 10, 2010
Trigésimo Cómputo
"Un día en la vida de Domingo Mayo" (fragmento)
miércoles, marzo 17, 2010
Vigesimonoveno Cómputo
"La Ciudad"
Quise buscarme, y tratando de encontrarme di conmigo en un país extraño,
donde las personas pronuncian bien las “s”
y tienen la mala costumbre de sonreirte en la calle.
Pero cuando quise volver era otro mi mundo y mi ciudad era otra.
Mi familia también era otra.
Mi padre ya no era mi padre.
Mi madre ya no era mi madre.
Mis hermanas ya no eran mis hermanas.
Ahora donde veía encontraba el rostro seco y melancólico de la verdad
y el sufrimiento.
Ahora Juan era mi padre.
Ahora Camila era mi madre.
Y mis hermanos tenían otros nombres,
que el viento escribía en el aire y escupía en el mar.
Y apareció gente nueva.
Y aparecieron los que estaban desaparecidos,
trayendo dulzura desde donde sólo nacen lágrimas.
Mi ciudad era otra. Su reina ya no está, se ha ido.
Pero volverá, dicen mis hermanos.
La ciudad volverá a ser construida, dijeron los calculistas.
La ciudad saldrá adelante con unión, dijeron los políticos.
La ciudad renacerá como un ave fénix, dijeron los poetas.
Sólo hacen falta las herramientas, dijeron los arquitectos.
Sólo hace falta la fe, dijeron los místicos.
Sólo hace falta amor, dijeron los transeúntes.
Pero la ciudad no volverá a ser la misma.
Los edificios antes recorridos tendrán otro nombre,
y serán otros los que los recorran.
Todo tendrá un sabor distinto.
Y aquello que alguna vez conocí como hogar
ahora me recibirá con indiferencia y en mí sólo hallará melancolía.