domingo, febrero 19, 2012

Quincuagesimosegundo Cómputo

"Diómedes"

Nací esclavo. Antes no lo sabía. Simplemente era un juego el trabajo duro, los días interminables bajo el sol quemando la nuca y la espalda. El conocimiento del suplicio vino después. Mas el juego continuaba tanto como se extendía la vida. Vi morir a mis abuelos, esclavos como yo. Vi morir a mis padres, esclavos como yo. Veía a mis hermanos seguir hacia el mismo indeclinable hado. Como una cruel broma, cumplida mi mayoría de edad, y (aún) creyéndome libre, fui llevado a un largo viaje con el hijo menor del Amo. Ahí conocí el hambre y el calor asfixiantes. El desierto no es bueno, decíamos entre nosotros, no hay sombra ni comida. Sólo unos pocos volvimos a casa. Comprendí lo prescindible de nuestras vidas, y yo, siempre obediente, por primera vez desobedecí. Entonces conocí el látigo y la claridad del dolor. Fuimos marcados con números, y nunca más hubo un dejo de respeto en el trato de los Amos. Yo los miraba, día tras día, intentando comprender sus pensamientos, mas nunca pude hacerlo. Hoy los veo caminar con la soltura de su innata libertad y siento repulsión. He visto la muerte de los míos y deseo la muerte para ellos. Anhelo ver sus cuerpos desgarrados y ensangrentados. Si sólo tuviera la oportunidad, cortaría sus cabezas y las arrastraría por el campo. Sí, lo haré cuando tenga la oportunidad.

- Es raro, pero creo que nos está mirando fijamente, como con odio.
- No seas idiota, Diomedes. Es sólo un caballo.