miércoles, febrero 28, 2007

Octavo Cómputo

Disfrutar de la vida es un placer de pocos. Encontrarle un sentido una búsqueda imposible. Por eso lo único que en verdad queda es simplemente vivir y aprovechar cada segundo que se nos regala. Es que la vida es el único regalo que se da y se quita...

Carpe diem...


Los martes por la tarde siempre hay un libro en la ventana izquierda del cuarto.
Y sentado en una mecedora yace un hombre de ojos de vidrio.
Lleva ya cincuenta años en que cada martes lee diez líneas del libro,
ni más ni menos, tal como le enseñó su padre.
Es que su única familia es ese libro viejo escondido en la ventana.
Nunca hubo hermanos, sobrinos, hijos o nietos.
Sus padres murieron hace ya quince años.
Pero él cada martes por la tarde vuelve a leer religiosamente diez líneas
y a dejar el libro en la ventana izquierda del cuarto.
Así será hasta que el libro acabe.
Él lo sabe.
Un día nadie volverá a leer sus páginas
para que a poco a poco se haga polvo entre las sombras.
Y es que su vida es una carrera entre el libro y la muerte.
Él no lo dice, pero espera poder leer sus últimas palabras.
Y que después venga la muerte.
Total, después nada importará. Sus huesos se irán pudriendo como aquella vieja promesa echa a su padre.